Fútbol y política

Quizás en España la política y el fútbol no sean tan diferentes. Quiero decir, no solamente en el sentido histórico de la expresión de la identidad catalana en el Camp Nou durante la dictadura, sino la manera en la que los dos ‘se juegan.’

Me acuerdo de haber leído un artículo interesante en la BBC hace unos meses sobre las diferentes culturas futbolísticas que existen en Europa, en el que explicaba que para los británicos es un deporte sobre todo con reglas, que deberían respetarse a toda costa. Mientras en Italia es una batalla importantísima de orgullo entre las ciudades. En España es un espectáculo en el que intentar engañar al arbitro es una parte integral de dicho espectáculo. Engañar es entonces legítimo y es incluso promovido. Si el jugador saca una ventaja de manera poco deportiva, la afición lo festeja y le idolatra: ¡mira que listillo, el cabroncete!

Quizás en España la política funcione igual. Será por eso porque Francisco Camps, el político en el punto de mira del caso Gürtel, puede declarar que sus bienes consisten en dos cuentas bancarias con poco más de 3.000 euros, un coche viejo, un pequeño plan de pensiones y la mitad de un piso que vale €110.339. Él sabe que no es la verdad. Todos sabemos que no es la verdad. Pero la gente sigue apoyándole. Igual le admiran por lo que hace, a pesar de que el dinero se sacar de los impuestos que pagan ellos (tiene un salario de €79.546). La gente prefiere votar por un político corrupto que por un partido diferente.

¡Mira que listillo, el cabroncete!

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